La niña extraviada. Día 38
—¿Estás bien? —Claro. —Pareces otra. La niña no se muestra, está callada, perdida. La han enterrado. En esa indiferencia no hay súplica, tampoco consuelo. Se siente lejana. No se reconoce. Mana un eco que no apresa respuesta, como un zumbido de otro tiempo. Errante, deambula en piloto automático. Sangre congelada. Reptiliana. El corazón no pulsa. Sonrisas perversas. Evolución envenenada. Los juguetes desgarrados no se recomponen, son carcasas, recipientes vacíos, cachivaches que no entorpecen. Es una espectadora que dejó de punzarle la represión. Solo se teme aquello que puede perderse. Se expande en un claustrofóbico infinito. Entumecida. Y sonríe, sonríe exagerada, hasta que le duele la cara, una descompuesta. Como una marioneta, transgrede, se machaca. <<Sucumbe, sucumbe, sucumbe>>. Agacha la cabeza, ¿cuánto tiempo lleva encogida? ¿Aislada en la pobreza? Y aquella adulta olvidada adolece, ha rehuido, días, años. <<¿Por qué lo permitiste?>> El ham...