La niña extraviada. Día 38
—¿Estás bien?
—Claro.
—Pareces otra.
La niña no se muestra, está callada, perdida. La han
enterrado. En esa indiferencia no hay súplica, tampoco consuelo. Se siente
lejana. No se reconoce. Mana un eco que no apresa respuesta, como un zumbido de
otro tiempo. Errante, deambula en piloto automático. Sangre congelada.
Reptiliana. El corazón no pulsa. Sonrisas perversas. Evolución envenenada. Los
juguetes desgarrados no se recomponen, son carcasas, recipientes vacíos, cachivaches
que no entorpecen. Es una espectadora que dejó de punzarle la represión. Solo
se teme aquello que puede perderse.
Se expande en un claustrofóbico infinito. Entumecida. Y
sonríe, sonríe exagerada, hasta que le duele la cara, una descompuesta. Como
una marioneta, transgrede, se machaca. <<Sucumbe, sucumbe,
sucumbe>>.
Agacha la cabeza, ¿cuánto tiempo lleva encogida? ¿Aislada en
la pobreza? Y aquella adulta olvidada adolece, ha rehuido, días, años. <<¿Por
qué lo permitiste?>> El hambre, la fe, la necesidad de velar, el complejo
en el que se amparaba; está avergonzada, el mensaje lo lleva incrustado en las
entrañas. La culpa merodea, pérfida y gozosa, cuando se ha disciplinado con
saña nada es instantáneo.
Un traspiés, otro, flaquea y de nuevo se esconde. Consiente el
runrún, lo admite con absolutismo, y lo repite. <<Te lo mereces. Ingenua,
y ahora qué>> Ningún sacrificio es apropiado, no aquel que se colinda en
la desgracia.
Pero el poso ajado, la permisión excedida ha despertado a la
niña, ha regresado de entre los muertos, cambiada, resentida; como un animal
salvaje ruge impertinente. Mutilado, se revuelve mostrando los dientes y por
más que quiere eludirla le da la mano. Y se alza, no de golpe; no, pero sí con
un propósito; merece más, esta vez; se merece a sí misma.
Ella todavía no lo sabe, pero allí, en aquel ayer, empezó a
fraguarse el día 1, el inicio de su verdad, un averno que durante décadas se abasteció
con egoísmo.
Comentarios
Publicar un comentario