Lumbre. Día 3
’’ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada’’
Alejandra Pizarnik
Murmuran que nada tengo, que la escasez exhibe severa,
¿Cuál? Decidme, ¿cuál?
Yo que anido en esta cocina, agasajada en plenitud. Virtud
de aquel que nada obliga porque todo posee. Entrañas que nutren el alma,
cubriéndola, amamantándola desde su cuna.
Estos pocos metros lo son todo. Con su sofá rojo de piel
pegajosa como abrigo, el pequeño fogón donde la leche hierve nata, atendiendo
al paladar; deleitándolo. Aquel suelo, aquél, que calentaba nuestros pies antes
de que el futuro transmutara impasible. Allí florecía el todo. No anidaba la
ausencia.
Nadie más cabía, en su pequeñez la naturaleza procuraba no
entorpecernos.
Dichoso letargo. Cierro los ojos, y regreso. Palpo cada
rincón, los escondites, el sonido de la risa, el abrazo perdido. Imágenes en matiz
sepia.
Juegos donde el mundo imaginario ganaba al externo. La
tranquilidad de saberse querido. La niñez. ¡Ay, la niñez! Cuanta riqueza
apocada. Escasos metros e insuficientes años, pero nunca amé y me sentí tan
amada. Tan resguardada como entonces.
Ahora señaladme, ¿cuál?
Ay, creo que no hay nada que me cause tanta nostalgia como las cocinas de la niñez: la de mi casa, las de mis abuelas, alguna tía abuela, alguna tía... cocinas amables, cálidas, cada una con su manjar típico; aquí unos churros, allí una patatas fritas, en la otra un bizcocho con chocolate. Tampoco nunca me sentí más resguardada.
ResponderEliminarUn beso.
"La tranquilidad de saberse querido". Una frase inspiradora y que guarda como un conjuro esa niñez de protección, seguridad y afectos asegurados. La imagen es muy evocadora con chimeneas o cocinas tan llenas de vida.
ResponderEliminarUn beso, Irene.
Alejandra Pizarnik, es con diferencia una de mis poetas favoritas, me fascina todo de su historia, y el poema que has elegido; !habla tanto de ella!
ResponderEliminarTu relato me transporta a una niñez que ha sido cálida, a un lugar que no precisa de mucho para tenerlo todo; abrazos que acarician hasta el alma. Una época de recuerdos inolvidables en los que aún perdura aquello que fue y se amó, y amaron. Una visión en retro que también pregunta el por qué o para qué de; el ahora.
Mi querida Irene, me encanta lo que te he leído, aunque no haya sabido descifrar debidamente. Me atrevo a decirte, que por tu estilo en escribir así, bien puedes llegar a ser otra Alejandra Pizarnik, por supuesto, con tu sello personal.
Mil besos, preciosa :)
Iba a comentarte sobre la niñez que todavía brilla en nuestra memoria pero me he acordado de este poema de Benedetti y qué mejor que copiártelo aquí:
ResponderEliminarABRIGO
Cuando sólo era
un niño estupefacto
viví durante años
allá en colón
en un casi tugurio
de latas
fue una época
más bien
miserable
pero nunca después
me sentí tan a salvo
tan al abrigo
como cuando empezaba
a dormirme
bajo la colcha de retazos
y la lluvia poderosa
cantaba
sobre el techo
de zinc.
Besos.
En algún lugar, en algún recoveco de la entramada y misteriosa realidad, puede que todavía podamos levantar en brazos al niño que fuimos. Le toca al adulto que soy darle cariño y cariño.
ResponderEliminarVa un abrazo, Irene.
Qué preciosidad. Has descrito la cocina del pueblo de mi abuela, hasta con el sofá rojo.
ResponderEliminarPor cierto, me encanta Alejandra Pizarnik.
Muy feliz noche.
Irene, en este dia tres, has sacado el valor de salir un poco a la luz, apoyada en recuerdos de tu niñez.
ResponderEliminarTe has sentado con esa niña que fuiste para indagar bien la causa de su desdicha, te supiste amada y amaste, fuiste protegida... entonces, ¿cuál es el dilema? ¿cuál es la escasez?
Bueno no se si por ahí anda pero la poesía me dice que si, que vas por buen sendero empezando por indagar en la niñez. Besos, bella Irene