La comerciante. Día 6

’’Me preguntaba si mi sonrisa era tan grande como la de
ella. Tal vez es igual de grande. Pero no tan hermosa’’
Louisa May Alcott
Corretea sobre los tablones de madera, danza sobre ellos
como una experta en claqué, `clac, clac, clac, clac’. La mujer hermosa de pelo
azabache, trenzado como una princesa de cuento, le prepara una cajita de latón,
de galletas, las que guardaban auténticos tesoros con algunas moneditas. Pero
ella, avispada, cuando el miedo no vegetaba, pero si un firme compromiso hacia
la tozudez, se adecúa su propio tenderete. Patatas, chuches, fruslerías. Con
manitas fuertes y ganas, muchas de ayudar, inicia un pequeño negocio.
Competencia cosechada.
La madre la mira, la deja hacer, con libertad, autonomía,
sabe que si cae podrá levantarse, y si eso no sucede le regalará una sonrisa,
gesto bello, carismático, jamás perdido. Entonces quedará cicatrizado.
Fe perenne, amarre que sujeta ante lo adverso, cobijando con
amor, cuidado, rescate, protección. Guarnecido, por algo más; valor.
Espejo en el que se refleja todo lo aprendido.
Más tierno imposible.
ResponderEliminarMe has despertado recuerdos dormidos.
Eso no tiene precio.
Muchas gracias.
Besos.
Esos tenderetes o puestos de antaño son los recuerdos de la felicidad: cuando siempre estábamos protegidos a la para que ilusionados.
ResponderEliminarUn beso, Irene.
Me ha producido una sonrisa esos recuerdos, pensar en la caja de latón, me encantan las cajas...
ResponderEliminarHoy tu escrito me transmite fuerza de voluntad, ilusión y desilusión, una sonrisa sanadora. Un hermoso sentimiento hacia las personas que se aman; el valor. Estar ahí, y confiar... Un aprendizaje que se lleva puesto.
Qué lindo es leerte, Irene.
Un besazo 💜
Un relato muy hermoso que nos retrotrae a nuestra niñez y nos recuerda que un día fuimos felices creyendo en lo que hacíamos.
ResponderEliminarUn beso.
Irene, que bello recuerdo de la niñez, y hermoso homenaje al amor y la protección materna, que solo entiende de sonrisas que la hacen mas hermosa aun, de complacencias, de besos sanadores...
ResponderEliminarLas últimas tres líneas dicen mucho, lazos de amor y protección irrompibles que se tejen y heredan, y como si fuera un espejo de nuestra madre, nos vemos haciendo lo mismo por nuestros hijos, todo eso que tan amorosamente recibimos, con valor.
Que bueno que sigas extrayendo tan bellos recuerdos o quizás solo fueron parte de tu imaginación, pero eso no le quita belleza. Besos.
Mi madre me guardaba en cajas de latón de cola cao aquellos recortables que llamábamos mariquitas. Nada me gustaba más que ir a comprarlas, recortarlas y ponerlas en un sobre en la lata.
ResponderEliminarUn beso.
¡Hola, Irene! Jo, recuerdo los tambores de jabón de antes, las chapas... cuántos formatos reutilizábamos como juguetes mucho más entretenidos que los que ofrecían las tiendas.
ResponderEliminarUn texto hermoso, donde nos damos cuenta que somos lo que vemos, que a veces el espejo en el que nos miramos marca lo que seremos en el futuro. Un abrazo!
Aahh que no crezca nunca jeje
ResponderEliminarVa un abrazo, Irene.
Mmmm... qué bonito ..y qué bonita tu madre ...esto q has escrito hace q se merezca un 11 en la puntuación de madres "...sabe que si cae podrá levantarse, y si eso no sucede le regalará una sonrisa, gesto bello, carismático, jamás perdido. Entonces quedará cicatrizado''...porque las madres deben confiar en sus hijos, dejarles volar , recolocar sus plumas cuando se caen y permitirles volver al nido, si lo precisan...; ) Un preciosísimo recuerdo , incluso aunq sea inventado , pero no lo creo, porque suena a verdad verdadera ; ) y de nuevo ....un inmeeeenso placer leerte IRENE !!!
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