Salas blancas. Día 28 a 32
’’Ay hijo, sabes, ¿sabes de dónde vienes?
De un lago con gaviotas blancas y hambrientas.’’
Pablo Neruda
Salas blancas, sillas incómodas, olor aséptico, silencio
atronador que incita la tortura. Necesidad de huida, <<¿Qué hago aquí?, ¿Por qué?>> Reserva que se entorpece con pensamiento maliciosos.
Veredictos que se anteponen a su desenlace.
Días que se convierten en años, no hay salida, ni escape,
solo resultados. Pruebas, más días, más derivaciones. Círculo vicioso que no
suelta la mano. Abstracciones ladinas. De nuevo la rueda atormenta, algo susurra: sabes el qué, la última vez sucedió lo inevitable. Nuevas fobias. Un,
dos, tres. Vuelta a empezar. Cuatro, cinco, seis. Cuenta, cuenta; respira.
Miedo que embebe el alma, sabedor del poder concebido. Tiniebla que se deleita en el malestar propagado. ¿Y la luz? Dónde se refugia la esperanza cuando a todo se teme. De nuevo inhala. Siete, ocho, nueve.
Sucedáneo del día dieciséis.
<<No hables de lo que está sucediendo, si lo ocultas no
existe>> Pero el frío ha calado la coraza, ha revertido el tiempo, ha
vuelto atrás. Se ha instalado por mucho que le digan que ahora está bien.
Se me ha contagiado la inquietud y el miedo.
ResponderEliminarHe revivido episodios ocultos en mi memoria.
Han reaparecido batas blancas, resultados, buenas palabras y posteriormente malas... el miedo, la angustia y el desenlace temido y jamás cicatrizado.
Que sea siempre bien.
Un beso.
A medida que envejecemos mís cerca estamos de lo que no queremos .Lo iremediable antes de morirnos
EliminarAbrazos infinitos
La imagen es impactante tanto por sí misma como por las vivencias que se pueden vivir en esas salas blancas. Ese círculo terrible de las derivaciones...las fobias, el miedo, la impaciencia...
ResponderEliminarEse miedo a la recaída puede estar presente, pero sin duda es algo que se puede trabajar. Enigmática Gaveta, escrita con letras de oro.
Un beso, Irene.
Hola, Irene, la imagen, el título, la frase de Neruda y ese inicio calan y muestran tanto miedo y desesperanza que lastiman. El sufrimiento es agónico cuando la salida parece alejarse y vuelven las pesadillas.
ResponderEliminarHaces bien en hablar de lo sucedido, es la única forma de liberar el miedo y el tormentoso recuerdo. Lo que se oculta se mete más profundo y hace mas daño aun.
Un beso valiente y querida irene. El dolor de este parto te liberará de aquel dolor.
No hay imagen más inquietante que esa de los pasillos asépticos con olor a desinfectante, las pruebas y el esperar resultados, el tiempo que pasa y solo trae más pruebas y más resultados... Y el miedo, el terrible miedo que es casi imposible que se nos quite de encima. Y sí, el callar porque lo que no se dice no sucede. Lo malo es que, por mucho que callemos, sucede. Vaya si sucede.
ResponderEliminarUn beso.
Los hospitales son los fortines del miedo, a veces no estoy segura si vas a curarte, o a enfermar, pero si toca permanecer en ellos la única forma de sobrevivirlos es acurrucarte en tu mente y permanecer en ella aislada de todo. Lo peor es la incertidumbre, la espera, a mi me ayuda ponerme siempre en lo peor para una vez situada allí, saber que peor no puede ser y confiar en que nunca deba volver, pero lo que realmente ayuda es todo lo contrario, repetirte como un mantra, todo está bien…todo está bien, estoy bien, creértelo, digan lo que digan. Yo no sé si uno puede sanarse así mismo, lo que estoy segura es que puedes enfermarte, así que recuerda, digan lo que digan, tú estás bien. Que estés bien! Estarás bien, seguro! Un beso grande IRENE!
ResponderEliminarBeautiful blog
ResponderEliminarHola, Irene. "Si lo ocultas, no existe" eso se suele decir, olvídalo, déjalo pasar... Eso nunca es la solución. Encerrar los demonios en un armario solo consigue que se hagan más grandes, hasta que terminen reventándolo. Pienso que lo mejor es convivir con esos demonios, incluso aceptarlos, solo así podremos mantenerlos a raya. Un abrazo!
ResponderEliminarEsos pasillos blancos, ese olor tan característico, esa sensación de abandono interno en el paciente, ese ir con prisas del personal, siempre arriba y abajo, ese pesar en los familiares acompañantes... todo eso hace un microcosmos, del cual lo único que aspiramos es en abandonarlo cuanto antes.
ResponderEliminarBesos.
Hay veces que los hospitales, sobre todo los de mala muerte, parecen salones al interior de una nave extraterrestre: tratado y siendo tú mismo uno.
ResponderEliminarVa un abrazo, Irene.
Estupenda descripción de una situación que yo he vivido intensamente con la enfermedad de mi padre. Solo el que visita frecuentemente los hospitales sabe lo desasosegante que puede ser.
ResponderEliminarUn beso.